01
Oct

Ricardo Ávila Alabarces. Un referente.

 

Si hoy tuviera que diseñar un jardín este tendría una fuente sin el alegre brotar del agua, una lámina de agua en total quietud abrazada por un lánguido sauce llorón y en el suelo, un manto de hojas de unos árboles semidesnudos, bajo estos, un solitario y gris banco de mármol vacío, un banco en el que falta Don Ricardo Ávila que nos dejó ayer y todos los jardines son más tristes.

De trato afable y entregado hablaba con la tranquilidad de quien sabe que lo que dice es cierto, no necesitaba subirse al púlpito de los títulos y doctorados, transmitía lo que bien sabía tras una vida de investigación y docencia. Desarrolló toda su carrera en IFAPA y también fue profesor del Master en Paisajismo y Jardinería de Granada donde tuve la suerte de conocerlo y donde sin duda fue el mejor de los docentes, no lo digo yo, fue la opinión unánime de todos los participantes de mi edición, fue la pasión, fue la humildad y fueron las ganas de trasmitir todo lo que el había aprendido. Cuantos jardineros han aprendido gracias a el, cuantos paisajistas son coherentes gracias a el y a cuantos de esos botánicos de postín les hubieran venido bien sus clases. Son muchas sus publicaciones y colaboraciones, suya es posiblemente la mejor guía de instalación de riego para jardines; investigó, defendió y fomentó el cultivo de la estevia, la recuperación del arrayán morisco en la Alhambra y tantas cosas de las que nunca presumió.

Para mí es un referente, un ejemplo a seguir, lo nombro siempre que puedo porque fue importante en mi formación, porque me devolvió la ilusión por hacer de la jardinería una profesión digna, por no dejar nunca de estudiar y mejorar, por demostrar que los títulos no lo son todo, porque no dudó en recomendarme cuando algunas de las muchas personas que le pedían referencias buscaban un profesional, porque nunca dejó de ayudar cuando le hemos pedido consejos o le hemos consultado.

Quiero compartir el mensaje que me mandaba a finales del año pasado, cercana la Navidad, con fotos de su jardín en el que tanto disfrutaba, el sutil acer palmatum entrecruzado con su vigoroso ejemplar de arrayan morisco (Myrtus communis subsp. baetica) y el suelo cubierto de otoño.

Hoy los jardines son más tristes sin el.